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28/12/2024

De costos indirectos y efectos colaterales (IV)

José Medina Go… / Domingo, 24 Julio 2022 - 23:19

Es parte de la lógica esencial de la resolución de problemas que, para poder dar una adecuada atención a una dificultad, y de esta manera poderla superar eficientemente, lo primero es aceptar que existe un problema en primer lugar. Ahora bien, diversas posturas teóricas y analíticas de la psicología nos hablan del “Proceso de la Aceptación”, y su estudio nos permitirá discernir a mayor detalle el proceso que estamos viviendo en la aviación mexicana como parte indispensable de la identificación de la crisis que nos aqueja.

Desde ciertas posturas teóricas en este tema, los pasos del Proceso de Aceptación son: 1) la negación, 2) la ira, 3) la negociación, 4) la tristeza y 5) la aceptación. Evidentemente, suficientemente polémica es la secuencia de esta serie de pasos, pero para los efectos reflexivos de esta colaboración vale la pena aplicarlo a nuestro sector nacional contemporáneo. Como abordamos en la colaboración semanal anterior, todo parece indicar que nuestras autoridades especializadas en el tema aeronáutico se encuentran en el paso 1 (la negación). Aunque parece que en ocasiones ya están pasando al paso 2 (la ira), y algunos visos se ven de adentrarse al paso 3 (la negociación).

Es un hecho que hemos abordado la semana pasada que es menester cotidiano con singular ahínco el negar la realidad: la aviación mexicana se encuentra en un profundo estado de crisis, misma que mayoritariamente generó la presente administración y su liderazgo. Las decisiones emanadas de la titularidad del Poder Ejecutivo, fundamentada en sus ocultos, inexplicables, injustificables, improbables pero trascendentes “otros datos”, han dañado profundamente a nuestro sector. Ante la incapacidad moral de reconocer que han errado el camino, mejor es mantenerse firmes y negar la realidad.

Pero cuando ésta rebasa los límites de lo tolerable -y vaya que en los últimos meses en diferentes aspectos se ha demostrado públicamente- la respuesta es ira ante las críticas, las observaciones y los señalamientos. No sólo basta con denigrar, ignorar y minimizar a las indicaciones firmemente arraigadas en hechos concretos, demostrables y objetivos; sino trascender en la ira de funcionarios de todos los niveles contra quienes apuntan la obviedad. Eso es un claro síntoma de un problema más profundo, pues si ante una aportación propositiva la respuesta es agresiva, se cierra cualquier posibilidad de diálogo, y se incrementa la entrada en pérdida que anteriores aportaciones señalamos.

Pero cuando la ira y la rabia discursiva no es suficiente para acallar las críticas, cuando la realidad supera la posibilidad de negación u ocultamiento, y cuando se acaban los argumentos que fundamentan la obcecada denostación de la oposición reflexiva, se vislumbra la apertura de “ciertos espacios para el diálogo”. Mesas de trabajo, foros consultivos, conferencias conjuntas, encuentros multilaterales, invitaciones al sector privado. Ponga usted el título que quiera a estas reuniones, el fin de todos en el fondo es exactamente el mismo: tratar de negociar con el sector privado para tratar fútilmente de rebatir y modificar una realidad que no está resultando como se la imaginaron, por alguna razón, en la superioridad.

El problema es que no importa cuanta negación, ira o negociación dispongan las autoridades, ni que tantas vueltas en espiral descendiente tomen en su stall. Mientras no se modifique el “ángulo de ataque”, es decir, se atiendan los problemas de manera contundente, fundamentada y racional, imposible es recuperar la sustentación y salvar el problema. No importa cuantos foros, pláticas o encuentros organicen las autoridades con el sector privado; cuantos agravios, denostaciones, insultos o denostaciones se realicen desde las altas tribunas de funcionarios de alto nivel; o que tanto se difundan “otros datos” que contrastan con la realidad observable y demostrable. Los problemas estructurales no se solucionan con arreglos estéticos, solo con fundamentos sólidos y trabajo efectivo y eficiente.

Sin embargo, un problema colateral de este proceso es que mientras que los problemas se agravan por su ineficiente atención y supina abyección a las disposiciones insustentables de la “superioridad”, el mismo esfuerzo que se le imprime al “control de daños” y a tratar de maquillar la realidad es el mismo esfuerzo que se requiere para solucionar los problemas de verdad. Es decir, se gastan más esfuerzos, recursos y tiempo en desmentir la realidad, en la ira y en negociaciones parciales que en atender las causas esenciales de los problemas que aquejan a nuestro sector. Y esos son gastos colaterales indirectos e innecesarios.

Es así como el problema solo se complica más, pero se soluciona menos. Cada día que pasa sin atender los problemas de fondo de nuestro sector aeronáutico se complejizan más. Se gastan más recursos, y se entorpece más el camino de solución. En series anteriores del suscribiente se han ofrecido alternativas de solución estructural y funcional a esta crisis, como tantas otras propuestas se han expresado por distinguidos especialistas nacionales e internacionales. Pero la política oficial es seguir en el paso 1, a veces en el 2, y ocasionalmente pasar al 3.

Hay costos indirectos de este proceder que son de naturaleza acumulativa. Eso nos explica por qué en 2021 cuando las autoridades perdieron la Categoría 1 de Seguridad Aérea tras la inspección de la FAA había veintiocho observaciones trascendentes; y un año más tarde no sólo siguieron las mismas, sino que se incrementaron al sumar once más. Son costos adicionales que se entienden al seguir en un sistema cerrado a las aportaciones del exterior, en un círculo vicioso, que es una espiral descendiente.

Es urgente enmendar esta secuencia. No es deseable, lógico ni razonable que como sector sigamos ignorando todos los indicios y llamadas de atención del entorno que nos dicen que nada bueno puede seguir a lo que nuestras autoridades continúan haciendo. No nos engañemos pensando que “nos escuchan”, o que “hay mesas de trabajo y diálogo”. Es un proceso de negociación para tratar de alterar una realidad que se impone una y otra vez. Reconozcamos que lo que ocurre es el efecto de una fuerza imparable al encontrarse con un objeto inamovible.

Mientras sigamos en este proceso, seguirá inequívocamente el paso 4: la tristeza. Poco a poco nos acercamos a ella, a razón que se acaban las opciones y se acaba el sexenio. La aceptación (paso 5) es equivalente a resignarnos a una colisión contra el terreno. Es entonces que como sector debemos decidir de una buena vez, si reconocer el proceso en el que vamos y tomar acción, o sumirnos en el paso 4 e invariablemente en el 5.

Eso es aceptar la derrota, y en la aviación NUNCA se acepta la derrota, porque en el entorno aéreo no hay posibilidad de retirada. Lección trascendente de grandes aviadores, que oportunamente debemos recordar para el rescate de nuestra aeronáutica nacional. La decisión es nuestra, pero los efectos los viviremos por generaciones. 

 

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